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ChatGPT ya no es un asistente: así está cambiando la forma de trabajar en equipo

Un estudio de Harvard demuestra que la inteligencia artificial puede convertirse en el mejor compañero de trabajo. Pero, ¿estamos listos para trabajar con ella fuera del laboratorio?

La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa tecnológica para convertirse en una realidad con impacto directo en el trabajo colaborativo. Un reciente estudio de Harvard ha puesto cifras a algo que muchos profesionales ya intuíamos: usar IA en el trabajo no solo mejora la productividad, también transforma la forma en la que nos relacionamos con nuestros equipos y resolvemos problemas.

Pero más allá del entusiasmo académico y los casos de éxito en multinacionales, la pregunta real es si estamos preparados para aprovechar este cambio en el resto del tejido empresarial.

De herramienta a “compañero cibernético”

El estudio utilizó versiones avanzadas de ChatGPT (4 y 4o) para evaluar cómo influye la IA en el rendimiento de equipos humanos. Y el resultado es claro: los grupos que trabajaron con IA tuvieron un 9,2% más de probabilidades de generar soluciones entre el 10% más brillante. No hablamos de una pequeña mejora en eficiencia, sino de un salto cualitativo en la capacidad de encontrar ideas de alto impacto.

Harvard define esta nueva figura como un “cybernetic teammate”. Ya no estamos ante una herramienta puntual para automatizar tareas, sino frente a una capa de pensamiento adicional que potencia a cada miembro del equipo. Una especie de colaborador digital que aporta perspectiva, estructura y velocidad.

Resultados más rápidos, mejores y emocionalmente satisfactorios

Los participantes que usaron IA completaron sus tareas un 16,4% más rápido, generaron soluciones más extensas y reportaron una mayor satisfacción con su trabajo. Sin embargo, también emergió un efecto curioso: aunque estaban contentos con los resultados, muchos expresaron menos confianza en sus propias habilidades. Un posible “síndrome del impostor digital” provocado por la percepción de que la IA piensa más rápido, mejor o con más claridad.

Lejos de ser un efecto secundario negativo, este fenómeno puede verse como una oportunidad para repensar el liderazgo y la gestión del talento: ¿cómo apoyamos emocionalmente a profesionales que se sienten superados por sus propias herramientas?

Romper silos, crear puentes

Uno de los hallazgos más relevantes del estudio fue el impacto de la IA en la colaboración interdepartamental. En los equipos donde participaron perfiles técnicos y comerciales, la IA funcionó como un traductor silencioso, facilitando la comprensión mutua y acelerando la toma de decisiones. La inteligencia artificial, cuando se integra bien, ayuda a eliminar uno de los grandes bloqueos del trabajo actual: los silos.

Una persona, muchas capacidades

Otro cambio profundo que muestra el estudio es organizativo. La IA permitió que una sola persona realizara tareas que antes requerían un equipo entero. No se trata de despidos ni reemplazos, sino de una redefinición del valor individual. La persona con IA no sustituye al equipo, pero sí permite prototipar ideas, documentar procesos o iterar soluciones con una agilidad que antes requería estructuras más grandes.

Esto tiene implicaciones directas en cómo diseñamos procesos, evaluamos talento o distribuimos responsabilidades.

El potencial está claro, el dominio aún no

Un dato clave del estudio es que la mayoría de participantes no sabían usar bien la IA, y aun así se observaron mejoras notables. Eso sugiere que lo que hemos visto es solo el principio. Con formación, diseño de prompts adecuados y una cultura digital sólida, los beneficios pueden multiplicarse.

Empresas como P&G ya han comenzado a incorporar estos aprendizajes a su pipeline de innovación. Lo que en Harvard se prueba, en algunas organizaciones ya se implementa.

¿Y las demás empresas? Reflexión para el “mundo real”

Es fácil leer este estudio y pensar: “Claro, en Harvard, con ChatGPT 4o, todo es posible”. Pero ese no es el punto. Lo relevante no es solo lo que pasa en los laboratorios académicos o en las big tech, sino la dirección hacia la que se está moviendo el trabajo en los próximos años.

Para muchas organizaciones, aún no es evidente cómo integrar bien la IA, y eso es normal. Pero lo que sí es evidente es que no hacerlo es una decisión estratégica que tiene consecuencias. El estudio deja clara una advertencia: rechazar la IA por principios o desconocimiento puede dejar atrás incluso a los profesionales más brillantes.

No se trata de sustituir a las personas, sino de darles superpoderes. Y para eso, el primer paso no es técnico, es cultural.

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