China propone cooperación global en IA: ¿alianza o hegemonía?

La reciente propuesta de China para crear un organismo internacional de cooperación en inteligencia artificial, respaldado por la ONU, señala un cambio táctico en su estrategia global. El plan no solo plantea compartir modelos, datos y capacidades de cómputo, sino que subraya la necesidad de construir infraestructuras de IA comunes, especialmente con países del sur global.
Bajo una narrativa de “código abierto” y multilateralismo, China se posiciona como garante de un nuevo orden técnico-institucional más inclusivo. No obstante, esta aparente generosidad despierta interrogantes: ¿estamos ante una apertura genuina o ante un modelo de influencia tecnológica basado en dependencia estructural y expansión ideológica? El soft power algorítmico se disfraza hoy de cooperación.
EE.UU.: supremacía técnica, desregulación y alianzas asimétricas
Frente al modelo cooperativo promovido por China, EE.UU. ha optado por una vía opuesta: consolidar su supremacía a través de la desregulación interna y la diplomacia tecnológica externa. El reciente AI Action Plan, impulsado por la administración Trump, combina inversión masiva en supercomputación con desmantelamiento de barreras éticas.
La “objetividad ideológica” como criterio de contratación pública y la expansión de acuerdos bilaterales con países aliados configuran un escenario donde la gobernanza cede ante la geoestrategia. Lejos de neutralidad, EE.UU. exporta su modelo a través de corporaciones como OpenAI, que actúan como brazos diplomáticos del poder federal. Aquí no se comparte infraestructura: se condiciona acceso a cambio de alineamiento político.
Singapur: el modelo de neutralidad técnica como alternativa posible
En contraste con estos modelos hegemónicos, Singapur ha emergido como nodo diplomático y técnico en la gobernanza de la IA. Durante la cumbre internacional celebrada en su territorio, logró reunir a potencias enfrentadas —como China y EE.UU.— en torno a una agenda de interoperabilidad, evaluación de riesgos y supervisión compartida.
Su apuesta por la neutralidad estratégica, junto con una infraestructura científica sólida, permite imaginar una vía alternativa: la de países intermedios que no buscan liderar, sino mediar. Este modelo, aunque limitado en escala, demuestra que es posible construir gobernanza sin hegemonía, articulando marcos técnicos que equilibren la innovación con la responsabilidad.
Dependencia, soberanía y legitimidad: los dilemas del sur global
Tanto la propuesta china como los programas estadounidenses plantean riesgos similares para los países no hegemónicos: la cesión de soberanía tecnológica. Acceder a modelos fundacionales o infraestructuras compartidas no implica autonomía si los sistemas no pueden ser auditados, modificados o gobernados desde lo local.
La ilusión del acceso —sin control real sobre los ciclos de actualización, los sesgos embebidos o los fines de uso— puede derivar en nuevas formas de colonialismo digital. Para muchos países del sur global, la decisión no será solo entre eficiencia y retraso, sino entre dependencia estructural o construcción lenta de capacidades propias.
¿Un nuevo no alineamiento? Hacia una arquitectura global de IA más equitativa
En este escenario polarizado, se abre una posibilidad estratégica: articular una “tercera vía” de gobernanza algorítmica. Europa, con su Ley de IA centrada en derechos y auditorías, y América Latina, con su potencial para la cooperación sur-sur y los estándares abiertos, podrían liderar un nuevo no alineamiento digital. No se trata de aislarse de las potencias, sino de condicionar el acceso a sus tecnologías con reglas claras y agendas propias.
Una arquitectura federada de IA, basada en interoperabilidad, transparencia y soberanía compartida, sería más realista que cualquier utopía neutral. En un mundo donde la IA ya distribuye poder, gobernarla no es solo un reto técnico: es un imperativo democrático.