Reputación en riesgo: el dilema editorial de los feeds 100 % IA

La inteligencia artificial no es una red social, ni debería serlo, aunque empiece a parecerlo. OpenAI plantea una aplicación tipo TikTok basada en Sora 2 —clips de diez segundos, verificación de identidad, opción de remix y notificaciones por uso de semejanza— confirma la deriva. La lógica de los feeds generativos retoma gestos ya conocidos: circulación masiva, inmediatez, estímulo constante y un aire de novedad que esconde viejos dilemas. Ya hemos advertido de que la IA corre el riesgo de heredar los errores de las plataformas sociales: confundir atención con valor y comodidad con progreso.
Ahora la pregunta es más precisa: ¿qué ocurre cuando un feed es creado casi en su totalidad por algoritmos? La respuesta aún no está escrita, pero la tensión es clara: puede ser un laboratorio creativo o un vertedero digital.
Del espejo apagado al feed saturado
Cerrábamos el texto anterior con la imagen del “espejo apagado”: la pérdida de voz humana en un simulacro algorítmico. Hoy ese espejo adopta forma de feed. La saturación no es un efecto secundario, sino la condición misma del diseño. Un timeline plagado de clips de diez segundos, mitad originales y mitad generados, plantea un dilema inmediato: ¿cómo distinguir lo que merece ser escuchado del simple ruido?
El riesgo no es que el usuario no pueda disfrutar de un remix ingenioso, sino que se acostumbre a un flujo indistinguible, sin jerarquías de sentido. Lo humano corre el peligro de quedar reducido a textura de fondo. El slop, como ya algunos llaman a esta acumulación de estímulos generados, no es un accidente, sino el síntoma de un ecosistema donde la abundancia desplaza al criterio.
Identidad bajo notificación: el consentimiento en disputa
Si primero hablábamos de una infancia que aparecía como espejo radical de vulnerabilidad. Ahora la vulnerabilidad alcanza a cualquiera: basta con recibir una notificación de que tu rostro ha sido usado en un remix sin haberlo autorizado. La cuestión ya no es técnica, sino política. ¿Qué implica que tu semejanza circule sin control? ¿Dónde trazamos la frontera entre homenaje creativo y apropiación indebida?
Los modelos de opt-out prometen una salida, pero en realidad trasladan al individuo la carga de defender su identidad. El consentimiento debería ser previo, no reactivo. La sociedad se enfrenta aquí a un dilema estructural: si aceptamos que la semejanza es materia prima gratuita, normalizamos la cesión permanente de la voz y la imagen humanas. El resultado no es innovación, sino desposesión.
De las métricas vacías a la reputación en juego
En redes sociales, la obsesión por las métricas vacías condujo al deterioro del debate público. En los feeds generativos, el daño puede adoptar otra forma: la reputación. Si un entorno digital es percibido como slop desde el inicio, pierde valor antes incluso de mostrar su potencial creativo. Marcas y creadores se ven atrapados en una paradoja: participar para no quedar fuera, pero arriesgar su credibilidad en un espacio que aún no ofrece garantías de calidad.
Aquí reaparece la ceguera empresarial que denunciábamos: medir lo que conviene y no lo que importa. Se cuentan interacciones y tiempo de pantalla, pero no se mide el impacto en la confianza, la identidad o las licencias. ¿Puede sostenerse un ecosistema cuyo valor simbólico se erosiona más rápido de lo que crece su alcance? La reputación no se recupera con un simple ajuste técnico: exige criterios editoriales claros, que hoy brillan por su ausencia.
Criterios editoriales para un feed 100 % IA
El verdadero debate es editorial, no algorítmico. ¿Qué reglas mínimas deberían regir un feed generado casi en su totalidad por máquinas? Propongo tres preguntas abiertas al lector:
- ¿Aceptarías que tu semejanza se use sin aviso siempre que el resultado sea “creativo”?
- ¿Considerarías legítimo un entorno donde todo es remix, pero nada es original?
- ¿Qué licencias deberían proteger la voz, la imagen o la marca personal frente a la automatización masiva?
No se trata de censura ni de tecnofobia, sino de definir límites que preserven un espacio público comprensible. Sin estas reglas, la IA no será una herramienta de exploración cultural, sino un dispositivo de saturación incesante.
De la memoria del error al presente del feed
La IA no es otra red social, pero puede repetir su sombra. El error ya lo vimos: plataformas que priorizaron la métrica sobre el bienestar y confundieron el ruido con progreso. Ahora el riesgo recibe un término más crudo: slopificación. El futuro de estos feeds dependerá de algo tan básico como el consentimiento y tan complejo como la edición.
De nosotros depende exigir criterios, proteger nuestra identidad y no resignarnos a que la abundancia sustituya a la voz humana. Como señalaba en mi artículo anterior, la pregunta no es si la IA puede hacerlo, sino si debemos permitirlo. Hoy ese dilema se juega en el lugar más cotidiano de la vida digital: el feed. Y la decisión, una vez más, está abierta.