Prompts que valen millones: el nuevo oro del negocio en la era GPT-5

Hace unas semanas Founderpath publicó algo que en 2023 habría parecido una curiosidad de nicho: una biblioteca de nueve prompts que, según sus datos, sumaban más de 31 millones de visualizaciones y habían impulsado casos de éxito como el de Bettercomp, que obtuvo 33 millones de dólares en financiación. No eran recursos para entretenerse un sábado por la tarde, sino herramientas calibradas para producir un impacto empresarial medible. La tesis implícita era audaz: un buen prompt no solo ahorra tiempo, sino que puede convertirse en un activo estratégico, financiable y transferible.
Pero lo más interesante no está en las métricas, sino en el momento. Founderpath lanza su colección justo cuando el prompting atraviesa un cambio tectónico. La llegada de GPT-5, Claude 4, Gemini 2.5 y otros modelos de razonamiento ha alterado de raíz la forma óptima de interactuar con una IA. Lo que antes era una habilidad artesanal de «ingeniería de instrucciones» está mutando hacia el diseño de contratos de colaboración con inteligencias sintéticas autónomas. El valor ya no reside en decirle a la máquina cómo hacer las cosas, sino en definir con precisión qué queremos que logre.
Del experimento al activo financiero
Durante la era GPT-3 y GPT-4, un buen prompt podía ser una ventaja competitiva efímera, un hallazgo replicable si se filtraba en redes. Hoy, las empresas lo tratan como propiedad intelectual. Founderpath no solo recopila sus prompts: los documenta, los vincula a métricas objetivas y los presenta como piezas reutilizables de un sistema de crecimiento. En esta lógica, un prompt no es una línea de texto en una interfaz, sino un módulo de negocio.
La idea de licenciar, vender o custodiar prompts recuerda a la protección del software en los noventa. ¿Puede un conjunto de instrucciones protegerse legalmente? El debate acaba de comenzar, pero el mercado ya actúa como si fuera posible. Founderpath y sus clientes entienden que, en un entorno donde cada interacción con IA puede equivaler a una transacción de valor, la optimización de esas interacciones es una inversión.
El fin del prompting clásico
Para entender el salto, conviene trazar el contraste.
Antes de GPT-5 — Los modelos eran motores de autocompletado sofisticados. Trabajaban token a token, sin razonamiento interno significativo. El humano debía estructurar la tarea: desglosarla en pasos, ofrecer ejemplos (few-shot), especificar formatos, incluso sugerir cadenas de pensamiento (Chain of Thought). El objetivo era compensar limitaciones, guiando el «pensamiento» del modelo y reduciendo errores con instrucciones explícitas. Más contexto casi siempre ayudaba.
Con GPT-5 y los modelos de razonamiento — El modelo piensa antes de hablar. Ejecuta miles de tokens de razonamiento interno invisible, decide un plan y luego responde. Imponerle una cadena de pensamiento externa puede degradar su rendimiento; es como pedir a un gran maestro de ajedrez que narre cada jugada mientras juega. El prompting óptimo es minimalista y orientado a resultados: definir objetivo, criterios de éxito y restricciones, y dejar que el modelo elija el método.
Las técnicas se han transformado. El meta-prompting permite que el modelo diseñe su propia estrategia antes de actuar. El razonamiento en paralelo abre la puerta a exploraciones simultáneas que convergen en una respuesta única. Y la relación humano-IA se vuelve colaborativa: el usuario no dicta pasos, sino que encarga resultados. El cambio de mentalidad es claro: de «instrucciones para un ejecutor limitado» a «contratos para un socio de pensamiento autónomo».
El nuevo mapa de profesiones
Este giro técnico ha multiplicado el espectro de especializaciones. El prompt engineer genérico que surgió en 2023 empieza a desdibujarse, sustituido por roles más precisos:
- Arquitecto cognitivo: diseña arquitecturas de interacción a largo plazo —roles, memoria, protocolos y criterios de éxito—.
- Curador de contexto: selecciona y destila el mínimo contexto necesario para maximizar el rendimiento del modelo.
- Diseñador de meta-prompts: crea instrucciones para que la IA configure sus propios prompts óptimos antes de resolver una tarea.
- Coreógrafo multiagente: coordina múltiples IAs con roles complementarios para llegar a una respuesta final.
- Auditor de prompts y comportamiento: evalúa flujos para detectar sesgos, vulnerabilidades y degradaciones.
- Diseñador de experiencias conversacionales: se encarga de definir cómo las personas interactúan con la inteligencia artificial dentro de una aplicación o servicio, para que la experiencia sea sencilla, clara y segura, y al mismo tiempo ayude a cumplir los objetivos de la empresa.
- Modelador de gemelos digitales: configura representaciones virtuales consistentes de personas o procesos para usos sostenidos.
Cada uno responde a una necesidad que surge cuando la IA deja de ser un generador de texto genérico para convertirse en un sistema cognitivo adaptable.
El mito de la replicabilidad
Los prompts de Founderpath son impresionantes… para Founderpath. El éxito de Bettercomp no garantiza que el mismo prompt funcione igual en otra empresa, sector o modelo. Un diseño optimizado para GPT-4 puede volverse subóptimo en GPT-5. El contexto cultural, el momento y la ejecución son variables determinantes. El riesgo está en confundir el texto del prompt con una fórmula universal, cuando en realidad es parte de un ecosistema que incluye datos, interfaces y procesos humanos.
El futuro incierto pero inevitable
Estamos presenciando el nacimiento de un mercado cuyos activos son invisibles pero tangibles. Si antes un prompt era un recurso de comunidad, ahora es una pieza negociable en una estrategia empresarial. Sin embargo, el cambio de paradigma plantea preguntas sin resolver: ¿puede un prompt protegerse como propiedad intelectual o su valor radica solo en la pericia de quien lo usa? ¿La industria que emerge es la de prompts, o la de arquitecturas completas de colaboración con IA?
La única certeza es que el prompting ha dejado de ser un arte menor para convertirse en un terreno donde confluyen diseño, estrategia y negocio. Y en ese cruce, la pregunta no es si valdrá millones, sino quién será capaz de escribir —y firmar— el próximo contrato entre humanos y mentes sintéticas.