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IA en 2029: Cuando ya no hablemos de IA, pero todo estará impulsado por ella

En el horizonte del 2029, la inteligencia artificial (IA) podría dejar de ser un término recurrente en nuestras conversaciones, no porque desaparezca, sino porque se convierta en una parte tan integrada de la vida cotidiana que ya no sintamos la necesidad de nombrarla. Esta es la tesis que Erik Gahner Larsen plantea en su análisis, y que nos lleva a reflexionar sobre cómo entendemos las transformaciones tecnológicas y su impacto cultural. Nos basamos en sus ideas para explorar el futuro de la IA y complementamos esta visión con un argumento clave de Gainluca Mauro: así como no diferenciamos entre «internets», no lo haremos entre «IAs». Ambas reflexiones convergen en un punto crítico: la normalización tecnológica.

La “muerte” del término IA

Larsen sugiere que la IA está destinada a «morir» en términos de lenguaje, siguiendo un patrón similar al de otras tecnologías emergentes. Así como «big data» pasó de ser una palabra de moda a un concepto implícito, lo mismo sucederá con la IA. A medida que las funciones avanzadas, como la personalización y el análisis predictivo, se vuelvan estándar, el término perderá protagonismo. Esto no significa que la tecnología desaparezca, sino que su impacto será tan profundo que se asumirá como infraestructura básica, como hoy asumimos la electricidad o internet.

El impacto del lenguaje y la percepción cultural

Históricamente, el lenguaje refleja cómo asimilamos las tecnologías. En sus primeras etapas, las innovaciones se promocionan como algo extraordinario, casi mágico. Pero una vez que se incorporan en nuestro día a día, pierden ese halo de novedad. La evolución del término «IA» hacia un concepto cotidiano también responde al marketing: lo que hoy se anuncia como «inteligencia artificial» eventualmente se verá como una herramienta funcional más.

En términos prácticos, esto tiene implicaciones directas para la comunicación y el marketing. Las empresas deberán enfocar sus estrategias en los beneficios concretos de la tecnología, evitando depender exclusivamente de etiquetas como «IA». Esto no solo fortalece la credibilidad, sino que mejora la conexión con los usuarios, quienes valoran más los resultados que las promesas tecnológicas.

Una mirada hacia 2029: IA y comunicación

En el ámbito de la comunicación, la transición de la IA hacia la invisibilidad plantea preguntas interesantes. ¿Cómo se adaptarán las marcas a un panorama donde la IA ya no sea un diferenciador? Las respuestas podrían estar en lo que Gainluca Mauro argumenta: en el futuro, hablaremos de tecnología en términos de su utilidad, no de su origen. Por ejemplo, diremos que usamos asistentes personalizados o sistemas predictivos, no que empleamos «IA».

Desde esta perspectiva, la IA se convierte en un habilitador silencioso, similar al papel que juega el internet en la actualidad. Esto transformará cómo las marcas diseñan sus narrativas: en lugar de centrarse en la innovación tecnológica, se enfocarán en historias que destaquen experiencias y valores humanos.

Reflexión final: Normalización y futuro

La «muerte» del término IA es, en realidad, un signo de éxito. Indica que la tecnología ha trascendido su etapa inicial de fascinación para integrarse profundamente en la sociedad. Pero este proceso no es solo un cambio semántico; es una oportunidad para repensar cómo comunicamos el impacto de la tecnología. Las marcas, los profesionales y los usuarios tendrán que adaptarse a una era donde la IA será omnipresente, pero ya no será un tema de conversación.

Al igual que con el internet, no habrá una «IA» y otra diferente; simplemente será una infraestructura esencial que potencia todas las dimensiones de la vida moderna. Este futuro no implica la desaparición de la IA, sino su integración total: una revolución tan silenciosa como inevitable.

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