Fantasmas generativos y duelo: ¿avance o riesgo?

La capacidad de replicar digitalmente a personas fallecidas redefine la relación entre tecnología, memoria y duelo. A través de servicios como HereAfter y Replika, los usuarios pueden interactuar con representaciones que imitan la voz, el aspecto y las respuestas emocionales de quienes ya no están. Esta tendencia, más que un avance técnico, plantea una disrupción profunda: ¿qué sucede cuando la ausencia es sustituida por una simulación? ¿Puede un duelo gestionarse frente a una presencia artificial? Este artículo examina los riesgos y oportunidades que los “fantasmas generativos” abren en nuestra forma de procesar la pérdida, y cómo su irrupción desafía las fronteras de la realidad.
DeepBrain AI, HereAfter y la comercialización de la memoria
La recreación de seres queridos a través de inteligencia artificial ya no es una posibilidad experimental, sino un servicio comercializado. Empresas como DeepBrain AI y HereAfter ofrecen plataformas capaces de generar avatares que imitan con alta fidelidad la voz, los gestos y los patrones de conversación de personas fallecidas. DeepBrain AI se especializa en la producción de videos realistas mediante modelos de síntesis profunda, mientras que HereAfter construye “historias de vida” interactuables a partir de entrevistas grabadas.
Aunque algunos usuarios encuentran en estas herramientas un consuelo para procesar la pérdida, el fenómeno también despierta alertas: ¿cuánto consuelo es auténtico y cuánto responde a una prolongación artificial del duelo? El mercado de la memoria digital apenas comienza a delinear sus límites éticos y emocionales.
Entre la memoria y la simulación: Hiperrealidad y duelo
La posibilidad de interactuar con representaciones digitales de seres fallecidos confronta uno de los pilares del duelo: la aceptación de la ausencia. Desde la perspectiva de Jean Baudrillard, la hiperrealidad describe un fenómeno en el que las simulaciones no solo sustituyen la realidad, sino que se perciben como más auténticas que ella.
Los “fantasmas generativos” encarnan este riesgo: ofrecer una versión estilizada y emocionalmente disponible del ausente puede desplazar el proceso de asimilación de la pérdida hacia una relación ficticia. La pregunta crítica no es si la simulación consuela, sino si transforma la herida en una construcción inacabable, alejando al individuo de la superación real del duelo.
Dilemas éticos y marcos legales emergentes
La recreación digital de personas fallecidas plantea dilemas éticos que los marcos regulatorios actuales apenas comienzan a abordar. El consentimiento póstumo representa una cuestión central: ¿quién tiene derecho a decidir sobre la existencia de un avatar que prolonga artificialmente una identidad extinguida? A ello se suman las tensiones sobre la propiedad de la imagen, la voz y los recuerdos digitalizados.
La ley AB 1836 de California establece protecciones específicas sobre el uso póstumo de la imagen y la voz, pero su alcance es limitado y circunscrito a contextos comerciales explícitos. En contraste, la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea (AI Act) propone un enfoque más integral: clasifica los sistemas de IA que manipulan emociones como de “alto riesgo” y exige transparencia, consentimiento explícito y respeto de los derechos fundamentales en cualquier interacción simulada.
Esta divergencia revela la necesidad urgente de construir marcos éticos globales capaces de regular los “fantasmas generativos” antes de que la innovación supere a la legislación.
Reflexión final: ¿Ayuda emocional o trampa emocional?
Los servicios que permiten interactuar con representaciones digitales de personas fallecidas confrontan una dimensión profundamente humana: la gestión de la ausencia. Aunque en ciertos casos estos avatares pueden ofrecer un alivio temporal, también existe el riesgo de prolongar artificialmente el duelo y reforzar vínculos que impiden aceptar la pérdida. Más allá del consuelo inmediato, los “fantasmas generativos” abren una interrogante crítica sobre nuestra capacidad para distinguir entre memoria genuina y simulación emocional.
Frente a la disparidad de marcos regulatorios —como muestra la diferencia entre la ley californiana y el AI Act europeo— resulta urgente establecer principios éticos globales que prioricen la dignidad humana frente a la innovación tecnológica. ¿Estamos construyendo herramientas de acompañamiento o diseñando mecanismos de evasión emocional? La respuesta definirá no solo el futuro de esta tecnología, sino también la manera en que la sociedad enfrenta el límite entre vida, memoria y simulación.