China acelera el desacoplamiento tecnológico

La tensión entre China y Estados Unidos ha dejado de ser un mero pulso comercial para convertirse en un proceso sistémico de desacoplamiento tecnológico. Las sanciones impuestas por Washington han incentivado a Pekín a redoblar su apuesta por la autosuficiencia en áreas críticas como la inteligencia artificial (IA) y los semiconductores. Xi Jinping ha delineado una estrategia nacional que ya no se basa exclusivamente en alcanzar la vanguardia tecnológica, sino en garantizar que el progreso no dependa de actores extranjeros.

La creación de un «sistema nacional de IA» y la consolidación de una industria de chips propia marcan el inicio de una etapa donde la independencia estratégica supera la mera competitividad. Un ejemplo tangible de esta estrategia es la adopción de arquitecturas abiertas como RISC-V, que permite a China desarrollar procesadores sin necesidad de licencias occidentales.

Huawei y la independencia tecnológica en chips

Huawei, emblema de la respuesta china a las restricciones exteriores, ha emergido como protagonista en el desarrollo de chips alternativos para aplicaciones de IA. A pesar de las limitaciones técnicas que enfrenta en litografía avanzada —el proceso de fabricación de chips de últ

ima generación—, la compañía ha demostrado una notable capacidad de adaptación. Su procesador Ascend 910D, diseñado para competir con soluciones como las de Nvidia, subraya cómo Huawei está sentando las bases de una infraestructura tecnológica nacional robusta. Esta evolución podría reducir drásticamente la dependencia china de tecnologías occidentales en sectores estratégicos como la IA y las telecomunicaciones.

DeepSeek, Baidu y la eficiencia de costos en IA

En paralelo, gigantes como DeepSeek y Baidu están transformando la economía de la IA en China mediante una reducción drástica de costes de desarrollo y operación. DeepSeek, por ejemplo, ha optado por liberar modelos de IA de código abierto y gratuitos, democratizando el acceso a herramientas avanzadas para empresas, investigadores y startups. Baidu, por su parte, está consolidando ecosistemas de IA accesibles para pymes y gobiernos locales, permitiendo que más sectores puedan aprovechar estas tecnologías sin depender de proveedores extranjeros.

Estas estrategias fortalecen la base tecnológica interna y posicionan a China como un líder en la «economía de escala» de la inteligencia artificial.

Más allá de innovar: la resiliencia como nueva medida de competitividad

El proceso actual revela que la carrera tecnológica ya no se define únicamente por la velocidad de innovación. China está demostrando que la resiliencia —la capacidad de resistir bloqueos externos y adaptarse a escenarios adversos— será el nuevo criterio de evaluación en la competencia global. Esta apuesta por la soberanía no significa renunciar a la excelencia técnica, sino integrarla en un marco estratégico más amplio.

Con iniciativas como el fondo de innovación de 138.000 millones de dólares, China busca garantizar que sus empresas tecnológicas puedan sostener el crecimiento incluso ante restricciones externas. La pregunta para Occidente no es si puede ir más rápido, sino si puede ser igual de resiliente en un contexto de competencia prolongada.

Un nuevo orden tecnológico multipolar

Si la trayectoria actual se mantiene, el mundo podría entrar en una era de ecosistemas tecnológicos paralelos, menos integrados y más fragmentados. China, con su apuesta por la autosuficiencia, se perfila como un polo de innovación independiente, capaz de establecer sus propios estándares y plataformas. Desde la adopción de RISC-V hasta el desarrollo de sus propios procesadores de IA, Pekín está sentando las bases de un sistema tecnológico autónomo.

La posibilidad de que Occidente no pueda frenar el avance chino abre interrogantes profundos sobre la futura configuración del poder tecnológico global. ¿Estamos midiendo correctamente la competitividad si solo observamos la velocidad de innovación y no la capacidad de construir resiliencia estructural? El verdadero «desacoplamiento» ya está en marcha, y sus consecuencias redefinirán el mapa tecnológico del siglo XXI.

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