AI-First Cities: Praxis y la fiebre eterna de fundar desde cero

Durante décadas, la inteligencia artificial fue pensada como una herramienta para optimizar procesos digitales: motores de búsqueda, asistentes virtuales, análisis predictivo. Hoy, esa frontera se desdibuja. La IA comienza a proyectarse sobre el espacio físico, no como una mera infraestructura, sino como una lógica fundacional. Lo vemos ya en el presente: ciudades que utilizan algoritmos para gestionar el tráfico en tiempo real, predecir picos de demanda eléctrica o coordinar redes de agua y residuos. La IA se infiltra en los sistemas nerviosos de las urbes modernas, haciéndolas más eficientes, aunque también más dependientes de arquitecturas invisibles y opacas.

Praxis encarna el siguiente paso: no integrar la IA en la ciudad existente, sino construir ciudades desde la IA. Su propuesta no es una mejora incremental del urbanismo, sino un corte radical con los marcos tradicionales: fundar territorios desde cero, diseñados para ser autónomos, eficientes y gobernables mediante algoritmos. En este giro tecnopolítico, la ciudad deja de ser una construcción histórica y se transforma en un producto de software: desplegable, replicable, financiable. Pero toda ciudad es más que una arquitectura; también es una biografía colectiva. Y ahí, el proyecto de Praxis comienza a rozar los límites entre utopía y simulación.

Praxis: soberanía digital y urbanismo fundacional

Praxis no propone una ciudad inteligente al uso, sino algo más radical: una “red soberana” que parte desde cero. Fundada por visionarios tecnolibertarios y financiada por capital riesgo de Silicon Valley —incluyendo a Sam Altman, Peter Thiel y Balaji Srinivasan—, el proyecto imagina enclaves urbanos construidos en territorios aún por definir, donde puedan implantarse modelos de gobernanza digital y arquitecturas sociales guiadas por inteligencia artificial.

El plan contempla la instalación inicial de hasta mil casas modulares para los primeros colonos, acompañadas de infraestructura digital nativa: identidad en blockchain, economía tokenizada, gobernanza algorítmica. La ciudad ya no como espacio físico que absorbe tecnología, sino como producto fundado por y para esa tecnología. Praxis asume así un relato de autonomía total, donde la IA no solo gestiona infraestructuras, sino que estructura el marco legal, organizativo y social. La aspiración: crear desde cero un modelo de vida optimizado, desvinculado de la regulación nacional y del peso de la historia.

El sueño fundacional: de Washington a Songdo

Fundar una ciudad desde cero no es un gesto nuevo. A lo largo de la historia, distintos poderes han levantado urbes como actos de afirmación política, control territorial o proyección ideológica. Washington D.C. fue diseñada como símbolo de equilibrio entre estados; Canberra, como solución de compromiso entre Sídney y Melbourne; Brasilia, como utopía modernista en el corazón de un país desigual.

En el siglo XXI, esa pulsión persiste, pero cambia de rostro: Songdo, Telosa, Amaravati o BiodiverCity no se fundan sobre el poder político clásico, sino sobre promesas tecnológicas y económicas. Praxis hereda esa tradición, pero le añade una nueva capa: la ciudad como plataforma algorítmica. Si L’Enfant, Niemeyer o Doxiadis dibujaron ciudades según los principios de su época, Praxis parte de otra epistemología: la optimización, la automatización, la descentralización digital. La pregunta ya no es solo qué forma debe tener la ciudad, sino qué lógica —de datos, de control, de gobernanza— debe gobernarla. Y eso redefine por completo el gesto de fundar.

Territorios elegidos: entre oportunidad y desplazamiento

Atenas, Nuuk, Santo Domingo, Buenos Aires: Praxis ha mostrado interés en enclaves tan diversos como estratégicos. La elección de estas ciudades no es casual. Responden a una lógica que combina visibilidad internacional, economías abiertas a inversión externa y marcos legales susceptibles de negociación o reinterpretación. Pero esta estrategia también plantea interrogantes profundos. ¿Qué significa fundar una “ciudad soberana” dentro de otra soberanía? ¿Dónde termina la innovación urbana y dónde comienza el desplazamiento geopolítico?

Las comunidades locales podrían verse envueltas en un experimento que no responde a sus necesidades, sino a la ambición de actores externos con visión tecnocéntrica. En este sentido, Praxis no está sola. Proyectos similares han intentado establecer zonas especiales bajo marcos jurídicos propios o incluso islas artificiales. La diferencia es que ahora, la infraestructura de poder ya no son las murallas ni los parlamentos, sino las APIs, los contratos inteligentes y la gobernanza algorítmica. Y eso vuelve la pregunta más urgente: ¿quién decide las reglas del territorio cuando las reglas se codifican?

¿Qué pasa si funciona? Lecciones desde las ciudades del pasado

Cada ciudad fundada desde cero es una promesa: de orden, de progreso, de ruptura. Pero también es una apuesta de largo plazo que somete a prueba la resistencia de las ideas frente a la complejidad de lo humano. Algunas, como Canberra o Washington, lograron cristalizar su función institucional. Otras, como Brasilia o Songdo, siguen lidiando con las tensiones entre forma ideal y vida real. En todas, el tiempo terminó desafiando el modelo inicial.

Si Praxis triunfa, no escapará a esa prueba: una ciudad no se sostiene solo con diseño algorítmico, sino con vínculos, cultura y conflicto. Y si fracasa, lo hará con consecuencias: recursos movilizados, personas desplazadas, espacios urbanos fragmentados. La historia urbana nos recuerda que no hay neutralidad en el acto de fundar. Toda ciudad es una apuesta civilizatoria. Lo que diferencia a Praxis es su punto de partida: no una visión política o estética, sino una infraestructura de cálculo. Por eso, el verdadero dilema no es si funcionará, sino qué significa funcionar cuando lo que está en juego ya no es solo territorio, sino forma de vida.

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